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jueves, 16 de junio de 2011

INVASORES. EL PICUDO ROJO


Otra de las graves consecuencias del “ladrillazo” de estos últimos años, ha sido la introducción en nuestro país de un peculiar escarabajo que devora y aniquila las palmeras: el Picudo rojo.  A las urbanizaciones y “hotelitos” que florecían por doquier había que ajardinarlos, y la obsesión fue querer transformar estos jardines en “rinconcitos tropicales”, lo que provocó una escasez inmediata de palmeras en nuestros viveros, que a su vez obligó a importarlas de países del norte de África, llegando con ellas muestras  contaminadas de este “comepalmas”. En el año 1994, en Granada, concretamente en la Costa de Almuñecar, aparecen los primeros casos. Hoy es una verdadera plaga que recorre nuestras regiones y provincias a un ritmo vertiginoso y devastador.

Concretamente aquí, en la provincia de Cádiz, cada vez son más los ejemplares de palmeras afectadas,  especialmente  la  datilera (phoenix dactylifera) y la canaria (phonix canariensis).  El resultado es la muerte del árbol. Ejemplares de gran porte que han necesitado décadas para alcanzar su singular silueta, en poco tiempo sucumben a la acción letal del insecto. El resultado es deprimente: en pocos días vemos como un ejemplar esbelto y frondoso empieza a secarse y a languidecer por la corona de la parte superior, justo donde nacen las hojas de palma,  tomando un aspecto lamentable. Pronto todo el penacho de la palma estará seco y terminará cayendo. El resultado final es un tronco completamente muerto con aspecto de haber sido incendiado.

Pero, ¿se puede actuar contra esta plaga? Afortunadamente, y aunque resulte difícil, laborioso y costoso, sí. Por supuesto son varias las  medidas que hay que tomar además de la aplicación del tratamiento, especialmente no podarlas en las épocas de más calor, pues éste favorece la actividad del insecto, y  es esa zona del corte, al ser la más blanda, la que se convierte en la puerta más accesible para este pequeño y poderoso invasor. Pero lo cierto es que SÍ se puede actuar contra esta plaga: hacen falta especialistas y dinero para poder combatirla.

Tenemos ejemplares muertos que son irrecuperables, y otros vivos pero contaminados muy cerca de nuestra localidad: en Vejer son ya varias las que han sido “taladradas” por este mortal “bichito”. En la zona  de La Muela, próxima a Conil, se pueden apreciar ya varias palmas muertas. Pero lo más preocupante se está produciendo en la Urbanización de la Fuente del Gallo, desde donde nos llegan noticias de algún ejemplar infectado. ¡Todo un desastre que se va aproximando!


¿Está haciendo algo el Ayuntamiento de Conil para proteger sus palmeras de este peculiar  “Yack el Destripador”? Porque queremos recordar que la Plaza de Santa Catalina, lugar emblemático del casco antiguo, tiene varias especies que, junto a la piedra monumental, le confieren todo su carácter. En La Laja somos muy conscientes del coste que puede generar la  aplicación del tratamiento. Sin embargo también consideramos que mucho mayor será el costo producido por la pérdida de estos ejemplares, no especialmente en el aspecto económico, sino en cuanto a su valor paisajístico, ambiental y sentimental, ya que estas palmeras forman parte de la idiosincrasia del lugar, siendo inseparable la imagen de la Plaza de sus palmeras. Un factor añadido, más humano que utilitario, es imaginar el tiempo que transcurriría el que  nuevas palmeras alcanzaran el tamaño de las actuales, y volvieran a ofrecer a la plaza el aspecto que hoy todos los habitantes de Conil conocemos: toda una vida. Algo que ya muchos de nosotros no veríamos.

En épocas de recortes, lo más sensato es aplicar el tijeretazo en aquellos temas que se consideran de segundo orden. A expensas del equipo de gobierno y del concejal de medio ambiente queda el juicio sobre si conservar estas palmeras y el paisaje urbano característico de nuestro pueblo, y si ese esfuerzo económico que se necesita para salvarlas es una cuestión prioritaria o se prefiere no actuar. Desde luego que para La Laja estas palmeras de Santa Catalina son tan importantes, para conservar el encanto del lugar, como la propia Iglesia, ya que forman un perfecto collage de colores y contrastes siendo una de las estampas más fotografiadas y que más llaman la atención de los visitantes y turistas. Además, mantener la vida de unas palmeras que llevan décadas acompañándonos, cobijándonos y decorando nuestros paseos y asientos por la zona, es también una responsabilidad moral hacia los seres vivos que integran la naturaleza y que se encuentran bajo nuestra custodia. Por eso pedimos al Ayuntamiento que actúe y las proteja,  poniendo todos los medios y recursos necesarios para prevenir la amenaza y salvar todas las palmeras que están instaladas en los lugares más emblemáticos y carismáticos de nuestro municipio.

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