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viernes, 10 de junio de 2011

LOS PINARES DE ROCHE: ENTRE LA DEJACIÓN Y EL ABANDONO


Comenzado el mes de junio, y ante la llegada de los meses de más intenso calor, y por tanto de riesgo máximo de incendios en nuestros bosques, La Laja ha considerado oportuno revisar el estado actual de los Pinares de Roche, castigados ya en el verano de 2006 con varios devastadores incendios, alguno de ellos provocado. La situación que por entonces, antes del incendio, denunció La Laja, y  caracterizada por la suciedad, abandono y la falta de vigilancia, se repite hoy, a comienzos del verano de 2011: basuras abandonadas por desconsiderados visitantes (bolsas, plásticos, envases, vidrios, etc.); acumulación de rastrojos secos y abundantes ramas secas a pie de los pinos cuales piras funerarias; ramaje bajo y seco sin podar que puede convertirse en caso de incendio en vías rápidas del fuego hacia las altas copas; y falta de vigilancia y un mínimo control de los visitantes que llegan, especialmente los fines de semana a comer y pasar el día, y que en algunos casos, como hemos comprobado, llegan a realizar barbacoas bajo los propios árboles, al parecer sin ningún miedo o consciencia del peligro real que existe.

Han pasado 5 años desde el terrible incendio que se propagó por el pinar, y tras muchas vueltas y revueltas, acusaciones de invasión de competencias, inhibición de responsabilidades de las administraciones y miles de palabras vertidas en los micrófonos y en el papel de periódico, nos encontramos con este panorama desolador y preocupante.

Bien es cierto, como se encargan de esgrimir repetidamente los responsables municipales, que las competencias sobre monte público en cuanto a gestión, limpieza, mantenimiento, repoblación, prevención y extinción están asumidas por la Junta de Andalucía, y que es ésta, como en cualquier otra región española, la que debe conformar y organizar los retenes contra incendios encargados de la limpieza del pinar y del mantenimiento de los cortafuegos. No sabemos si estos retenes están por llegar o no, pero lo que es una realidad es que el periodo de alerta máxima por incendios hace tiempo que se decretó en toda España, y que el pinar es un inmenso bidón de gasolina listo para explotar a la mínima chispa.

Pero esto no obvia otra realidad, y es que quien debería estar más interesado, más preocupado, y aquél que tiene más que perder si arde parte de su patrimonio natural, es el Ayuntamiento de Conil y sus ciudadanos. Por eso, y aunque somos conscientes de que no podemos pedir al Ayuntamiento el envío de 100 operarios y 10 camiones para que durante un mes limpien y preparen el monte, sí que debemos reclamar ciertas atenciones o respuestas de urgencia. Básicamente existe ramaje seco por toda la extensión, pero es especialmente llamativo las aglomeraciones en ciertos lugares, que pueden apreciarse claramente en las fotos, donde se acumulan capas de gran grosor de madera seca y lista para arder. ¿Por qué no se envían operarios municipales durante unos días para al menos recoger y eliminar estos grandes focos? Por nuestra parte, La Laja enviará en los próximos días una solicitud dirigida al Sr. Alcalde y al Concejal de Medio Ambiente donde se pedirá que con celeridad se adopten estas medidas mínimas.

El llamamiento a la cordura es claro: invertir en prevención es más rentable desde todos los puntos de vista posibles que invertir en extinción.

Nos van a permitir una pequeña licencia final. La situación de los pinares nos da la oportunidad de comentar dos inercias sociales arraigadas en nuestra sociedad, y que tienen que ver por un lado con la gestión política, y por otro con las bases de la relación entre los políticos y la ciudadanía.

 A la primera, la que tiene que ver con la gestión política, nosotros la llamamos la “cultura del aspaviento”: dícese de aquél político que tras ser avisado repetidamente de un potencial problema o catástrofe no hace nada e ignora las advertencias. Cuando el problema se desencadena y reporta consecuencias graves, se precipita o es precipitado ante las cámaras, ante las que en un acto de constricción rayano en la penitencia pública, hecha las manos a la cabeza en una demostración excesiva de espanto, a la par que se quita responsabilidad en lo sucedido y promete (esto es lo mejor) tomar medidas para que jamás vuelva a suceder algo así. Al poco tiempo, el susodicho ha olvidado o borrado sus buenas pretensiones y el proceso vuelve a comenzar invariablemente.

Con los pinares de Roche vemos como los patrones de la cultura del aspaviento vuelven a repetirse: el pinar está seco y descuidado como en el verano de 2006 y las autoridades competentes lo saben.

Lo peor de estos casos es la pasmosa complacencia con la que los ciudadanos asumimos estos comportamientos. Y esto nos lleva a la segunda de nuestras apreciaciones, la que tiene que ver con la forma con la que los ciudadanos nos relacionamos con los políticos y como reaccionan éstos si en su camino encuentran personas que en el ejercicio de sus derechos democráticos quieren participar en la vida política, en las deliberaciones, o en las decisiones que pueden afectarles, al margen por supuesto del gran momento que tienen a bien  concedernos cada cuatro años: las elecciones. Con las que lamentablemente satisfacen la poca ansia política de la mayor parte de ciudadanos, a los que sedan con morfina y guardan en formol hasta dentro de otros cuatro años, asumiendo ellos por completo las decisiones sobre lo que les conviene o no les conviene, y decidiendo por ellos absolutamente todo lo que tiene importancia en sus vidas.

Así que si en esa relación estacional, establecida, monocorde y puntual, topan con un grupo de ciudadanos que quieren seguir participando desde el día después de las elecciones; que preguntan; que sugieren; que aportan ideas; que abren debates; y que les obligan a escuchar, se ponen nerviosos y en guardia de una forma incomprensible, se sienten amenazados y menospreciados si alguien puede anticiparles un probable problema, reaccionan en ocasiones con despotismo, ridiculizando y minimizando la disidencia, y finalmente te ponen una cruz encima a través de sus voceros, tachándote de alarmista, catastrofista, ignorante, paria o antipatriota (en este caso anti-conileño). La Laja lo dice por experiencia.

Sólo decimos, sin afán protagonista, y sí como amantes de la naturaleza, que cuidado con los pinares.


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